Capítulo 1: El Loco del Monte Hua

El Loco del Monte Hua

 

Se dice que hay un loco en el Monte Hua.

 

Ese rumor comenzó a extenderse como pólvora por todo el Murim.

 

Un lunático que ni siquiera el Maestro de la Secta podía controlar.

 

Alguien que mostraba los dientes con la menor provocación, con un lenguaje tan vulgar que nadie lo veía como un verdadero taoísta.

 

Se decía incluso que la propia Secta del Monte Hua había renunciado a mantenerlo bajo control.

 

El rumor captó aún más atención al decir que el mismísimo maestro, reconocido como un sabio y el Pilar de las Nueve Sectas Supremas, lo había dejado por imposible.

 

¿Qué clase de carácter debía tener para que incluso él se rindiera?

 

Pero también…

 

Se decía que ese hombre poseía un talento que alcanzaba el cielo.

 

Que aunque su carácter fuera detestable, su habilidad lo compensaba.

 

Un talento otorgado por los cielos, 'La Espada del Cielo.'

 

Así lo llamaban al loco de la Secta del Monte Hua.

 

"Qué estupidez."

 

Murmuró un joven que había estado escuchando el rumor por un buen rato.

 

Creak–

 

Se levantó del asiento como si no pudiera soportar escuchar más.

 

"¿La Espada del Cielo? Qué tontería."

 

Su rostro, fruncido con disgusto, parecía sacado de una pintura.

 

Tan hermoso y perfecto que uno podría preguntarse si de verdad era humano.

 

Nariz afilada, ojos profundos, cabellos plateados como la nieve, y pupilas azules como el océano.

 

El atuendo marcial que vestía también exudaba una presencia imponente.

 

Y no era una mentira.

 

Los que lo observaban contenían el aliento.

 

Todos reconocían el símbolo bordado en la parte trasera de su ropa, así como la espada que colgaba de su cintura.

 

Namgung.

 

Uno de los clanes más poderosos de Anhui.

 

Ese joven pertenecía a dicho clan.

 

"Joven Maestro Namgung, aún no ha escuchado todo."

 

Lo regañó una joven a su lado.

 

Tan hermosa como él, irradiaba una belleza irreal.

 

"¿Esperas que siga oyendo semejantes tonterías? Ridículo." gruñó él.

 

"Vinimos a recabar información. No puedes irte sin terminar de escuchar."

 

El joven rechinó los dientes ante la mujer de cabello y ojos oscuros.

 

Era la única en esa posada a la que él no podía tratar con ligereza.

 

Al igual que él, ella era hija de un Clan prominente, Los Moyong, guardianes del conocimiento del Murim.

 

"¿Crees que vine a esta región remota solo para escuchar basura? Señorita Moyong, ¿No estás en la misma situación? "

 

La joven pertenecía al Clan Moyong.

 

Tal vez fue la mención de su padre, el Rey de la Espada.

 

Que el rostro del joven se contrajo con ira, pero ella no se detuvo.

 

"Si es una orden, hay que cumplirla. También es el deseo de tu padre, el Rey de la Espada."

 

"…"

 

Ella lo miró con ojos fríos.

 

"Puedes irte si quieres. Pero cuando el informe esté listo, omitiré tu nombre."

 

"Tsk…"

 

Chasqueando la lengua con frustración, el joven volvió a sentarse.

 

Sabía bien que ella era más adecuada para esta misión.

 

Esa era la razón por la que no se apartaba de su lado, pese a su incomodidad.

 

Al verlo ceder, la joven sonrió y miró nuevamente al hombre local que los acompañaba.

 

"Disculpe por eso. ¿Podría continuar?"

 

"A-Ah, s-sí, por supuesto."

 

El hombre, visiblemente nervioso, quedó atónito ante la sonrisa de la joven.

 

Jamás había visto a alguien tan hermosa.

 

Aun así, debía recomponerse.

 

Aquellos dos eran figuras de los Cinco Grandes Clanes del Murim.

 

Un error podría costarle la vida.

 

"Entonces… ¿Quieren saber sobre los demonios?"

 

"Sí. Escuchamos que últimamente han aparecido muchos en esta región. ¿Es cierto?"

 

"S-Sí… Creo que desde el invierno pasado. Han empezado a bajar hasta las aldeas."

 

"¿Desde el invierno…?"

 

La joven quedó pensativa.

 

'Desde el invierno…'

 

La fecha coincidía perfectamente con cierto incidente.

 

Mientras ella reflexionaba, el hombre siguió hablando.

 

"Sí… Es preocupante. Hay demasiados."

 

"¿Cómo los están manejando?"

 

"Por suerte, hay taoístas en la zona… Ellos se están encargando."

 

Los ojos de la joven brillaron al oír eso.

 

Taoístas de la región de Shanxi…

 

"¿El Monte Hua y Wudang?"

 

El joven asintió.

 

Esas eran las dos sectas más representativas de Shanxi.

 

Entonces, el joven volvió a levantarse.

 

"Ya no hay nada más que escuchar."

 

"¿Joven Maestro Namgung?"

 

"Si ellos están manejando el asunto, es mejor hablar directamente con ellos. ¿O vas a seguir perdiendo tiempo aquí?"

 

"…"

 

La joven frunció el ceño, pero esta vez no podía contradecirlo.

 

Sacó algo de su ropa y se lo entregó al hombre.

 

"Gracias por su ayuda."

 

"¡Ah! ¡No tenía por qué…! ¿Eh?"

 

El hombre se quedó sin aliento al ver lo que ella le dio.

 

Plata.

 

Para él, era una suma inimaginable.

 

Sus manos temblaron al contemplarla.

 

Pero entonces…

 

"Tsk."

 

¡Swish–!

 

"¡Ack!"

 

La plata desapareció de sus manos. El joven se la había arrebatado.

 

Y entonces le lanzó unas pocas monedas de cobre.

 

Clink–

 

"Eso es suficiente. No es necesario más."

 

"¡Joven Maestro Namgung!"

 

Ella exclamó con sorpresa, pero el joven simplemente se alejó con desdén.

 

Ella, sin remedio, lo siguió afuera.

 

******************

 

Hace diez años, ocurrió un gran cataclismo.

 

Una grieta apareció de la nada en el cielo, desgarrándose y liberando criaturas monstruosas.

 

Pieles resistentes a las armas, fuerza bruta capaz de aplastar humanos…

 

La humanidad solo pudo gritar de desesperación.

 

Afortunadamente, existían guerreros, expertos en artes marciales.

 

Ellos eran la única defensa.

 

Pero a medida que pasaba el tiempo, los demonios aumentaban.

 

Y el mundo… se estaba colapsando.

 

Era la Era de la Desesperación.

 

"¡Joven Maestro Namgung!"

 

La joven lo alcanzó corriendo por el bosque.

 

Él se detuvo.

 

"¿Qué es lo que te molesta tanto por el simple hecho de haber venido hasta aquí?"

 

Él no respondió.

 

Pero se giró lentamente.

 

"…!"

 

Sus ojos eran fríos como el hielo.

 

"¿Por qué le diste plata a ese hombre?"

 

"¿Qué dijiste?"

 

Ella se desconcertó por sus palabras y por su tono gélido.

 

¿Había mencionado la plata?

 

Fue entonces que lo comprendió de inmediato.

 

"¿Te molesta que haya recompensado a alguien por su información?"

 

"…"

 

"¿Y tú, heredero de un Clan prestigioso, te ofendes por tan poco?"

 

"¿Te estás burlando de mí?"

 

"…!"

 

La presión que emanó de su cuerpo era peligrosa.

 

"Moyong Soson, ¿Crees que me moleste por el dinero?"

 

"¿Si no es por eso, entonces qué…?"

 

"Dime, ¿Sabías cuántos ojos había en esa posada?"

 

El joven dio un paso hacia ella, con los ojos llenos de ira.

 

"¿Sabías cuántos vieron cómo entregabas esa plata?"

 

"Y acaso, no sentiste la codicia en el aire. Tan intensa que casi daba asco."

 

Como ya se había mencionado, era la Era de la Desesperación.

 

Ya nadie cultivaba, ya no había comida. La mayoría pasaba hambre.

 

"¿Crees que ese hombre, con esa plata, estaría a salvo?"

 

Sabía lo que pasaría.

 

Y ella también lo sabía.

 

"¿También tengo que preocuparme por eso?"

 

Ella parecía frustrada.

 

"Le di lo que merecía por su ayuda. ¿Por qué debo de pensar en lo que vendrá después?"

 

Él frunció el ceño.

 

"Por eso odio todo esto. Maldita sea…"

 

Y comenzó a caminar con furia, dejándola atrás.


Ella solo lo miró, atónita por todo lo que había dicho.


******************

 

¿Hasta dónde tendría que ir?

 

El joven siguió caminando sin detenerse.

 

Su destino, la Secta Wudang.

 

Aunque el Monte Hua estaba más cerca, esa secta había cerrado sus puertas en los últimos años.

 

Además, en términos de influencia actual, Wudang superaba al Monte Hua.

 

'Qué fastidio…'

 

El joven frunció el ceño al sentir la presencia de Moyong Soson detrás de él.

 

Una mujer que simplemente no le agradaba.

 

Decían que el Señor del Clan Moyong la adoraba como una joya.

 

Que era una guerrera nada despreciable.

 

Y que su belleza era tal, que era considerada la mujer más hermosa de Liaoning.

 

Pero para él, solo era una…

 

'Maldita mujer.'

 

No la veía como nada especial.

 

Típico de los hijos de clanes prestigiosos.

 

Y él, sinceramente, odiaba a esa clase de gente.

 

Incluyéndose a sí mismo.

 

'…Quisiera mandarlo todo a la mierda.'

 

Irse a vivir a una montaña lejana y pasar sus días blandiendo la espada.

 

Un sueño que anhelaba desde hace tiempo.

 

Pero sabía bien que no podía hacerlo.

 

Él debía heredar el clan.

 

Esa maldita responsabilidad lo asfixiaba día a día.

 

Continuó caminando.

 

Y a lo lejos, distinguió una montaña majestuosa elevándose hacia el cielo.

 

'¿Monte Hua?'

 

Allí estaba asentada la Secta del Monte Hua, una de las Nueve Sectas Supremas.

 

Y al verla, recordó algo que había escuchado en la posada.

 

'El loco del Monte Hua…'

 

Se decía que un discípulo de posguerra con reputación excéntrica vivía allí.

 

Un loco. Pero también…

 

'La Espada del cielo.'

 

Un título que nadie de su generación había recibido.

 

El joven esbozó una sonrisa cínica.

 

'Qué ridículo.'

 

Los rumores no eran de fiar.

 

Una treta para inflar el valor de sus discípulos.

 

Lo había visto muchas veces.

 

'Y pensar que creía que la Secta del Monte Hua no caería tan bajo.'

 

El actual maestro del Monte Hua, conocido como el Supremo de la Flor de Ciruelo, Yeongcheon, era una figura venerada.

 

Pero quizás, pensó, que tampoco era diferente a los demás.

 

Este mundo se estaba viniendo abajo.

 

No solo por las Puertas de Demonios y la Era de la Desesperación, sino por la decadencia de la caballerosidad.

 

Muchos gritaban que aún había esperanza. Pero para él…

 

'Solo me queda terminar esto y volver.'

 

Cumplir la orden de su padre, el Rey de la Espada del Rayo.

 

Y regresar a Anhui.

 

Ese era su único deseo.

 

Mientras pensaba en eso y se disponía a seguir caminando, entonces…

 

Crack.

 

"…!"

 

Una presencia proveniente del bosque lo alertó.

 

"¡Joven Maestro Namgung… kyaah!"

 

El joven se lanzó hacia Moyong Soson, arrastrándola a un lado sin previo aviso.

 

Y justo en el lugar donde ella estaba parada,

 

¡Rasssssh–!

 

Una enorme garra cayó sobre la tierra.

 

Ella se dio cuenta de inmediato.

 

De no haber sido por él, estaría muerta.

 

Aún aterrada, intentó agradecerle, pero…

 

"Gracias, por la–"

 

"¡Saca tu espada ya!"

 

Ni siquiera tuvo tiempo de hablar antes de que una voz helada la atravesara.

 

Respiró hondo y desenvainó su espada.

 

"Maldita sea…"

 

El joven apretó los dientes ante lo que tenía delante.

 

Un demonio.

 

Uno de verdad.

 

'…Azul.'

 

Tenía la piel azul.

 

Y ese color indicaba su nivel de amenaza, era mucho más allá de lo que él podía manejar.

 

Un oso gigantesco, tres veces el tamaño normal, los observaba babeando.

 

Incluso si luchaban juntos, no podrían vencerlo.

 

¿Huir? ¿Sería posible?

 

'No… era imposible.'

 

Correr tampoco era una opción.

 

Solo quedaba un camino.

 

"Moyong Soson."

 

"¿Sí?"

 

"Cuando dé la señal, corre de inmediato."

 

"¿Q-Qué estás diciendo?"

 

Ella no entendía.

 

Pero él no apartaba los ojos del demonio.

 

"No podremos huir los dos. Yo lo retendré. Corre y busca ayuda."

 

"¿¡Qué tontería estás diciendo!? ¿¡Estás loco!?"

 

"¡Cierra la boca y corre! ¿O prefieres que muramos los dos aquí?"

 

Ella tartamudeó por el miedo, pero él ya había tomado una decisión.

 

Prefería aguantar él solo, darle una oportunidad de huida.

 

Morir en este maldito lugar no era lo ideal… pero era mejor que una doble tragedia.

 

"Vamos. A la cuenta de tres, uno, dos…"

 

Comenzó a concentrar su Qi.

 

Ese demonio usaba principalmente las garras, así que debía tener cuidado con los ataques frontales.

 

Apuntó con la espada al demonio.

 

"¡Tres–!"

 

En el momento justo en que iba a lanzarse,

 

¡Thwack–!

 

"¿Qué…?"

 

Una espada se clavó en el pecho del demonio desde atrás.

 

El rugido del demonio retumbó por todo el bosque.

 

¡Grooooooaaaaar–!

 

El demonio giró su cuerpo, revelando a la figura que lo había atacado.

 

Primero apareció una túnica blanca.

 

Luego, una espada que danzaba con fluidez por el aire.

 

¡Slash–!

 

¡Slash–!

 

¡Shhhhk–!

 

La espada cortaba la piel del demonio como si fuera papel.

 

La sangre voló en todas direcciones.

 

El demonio trató de resistirse, pero los movimientos del espadachín eran perfectos.

 

Lo esquivaba todo.

 

Le cortó los brazos.

 

Luego las piernas.

 

Intentó morderlo, pero;

 

"¡Hijo de puta, apestas! ¿No puedes cerrar la boca?"

 

¡Slam–!

 

¡Gwaaahh–!

 

El puño del espadachín lo hizo rodar por el suelo.

 

Y en ese instante,

 

¡Thrust–!

 

La espada se clavó en su corazón.

 

Y el demonio murió.

 

No habían pasado ni diez segundos desde que el joven estaba listo para arriesgar su vida.

 

Entonces,

 

¡Shrrrk–!

 

El espadachín retiró la espada.

 

Y eso hizo que la sangre del demonio brotara como una fuente.

 

¡Splashhhh–!

 

"Ah."

 

Empapado de sangre azul, el espadachín se quedó tieso.

 

Miró su ropa, ahora completamente manchada.

 

"¡Ah, maldita sea! ¿¡Qué le voy a decir ahora al Maestro!? ¡Me va a matar! ¿¡Por qué cada vez que salgo me pasa esta mierda!?"

 

Soltó una sarta de maldiciones sin parar.

 

El joven jamás había escuchado algo así de vulgar.

 

Y mientras lo observaba, se dio cuenta de algo.

 

'¿Un joven…?'

 

El espadachín parecía de su misma edad, o incluso menor.

 

Tenía un rostro feroz, pero era joven.

 

¿Y había derrotado a ese monstruo tan fácilmente?

 

No podía creerlo.

 

Mientras lo miraba atónito, el espadachín también lo miró.

 

Y al cruzar miradas, frunció un ceño.

 

"¿Qué me miras tanto? ¿Es la primera vez que ves a alguien cubierto de sangre?"

 

"…"

 

"¿Quieres que te arregle esa cara perfecta? Eres tan guapo que me estás sacando de quicio."

 

"…?"

 

¿Era un insulto o un cumplido?

 

El joven no supo qué cara poner.

 

Y así fue como se conocieron.

 

El primer encuentro entre Shincheol, quien en el futuro sería llamado, La Espada Divina del Monte Hua, y Namgung Myung, La Espada del Trueno, quien empuñaría su espada para levantar al Clan Namgung…

 

Fue un encuentro de lo más desastroso.

 

Nota del autor:

Esta crónica comparte el mismo universo que 'Amigo De La Infancia Del Zenith'.

Aunque he intentado escribirlo de forma que incluso quienes no hayan leído la obra principal puedan disfrutarlo sin problema, por la naturaleza misma de la historia, puede que en algunos momentos parezca más una historia paralela que algo completamente independiente.

Con respecto a la publicación de más capítulos, dependerá de cuándo tenga ganas o esté aburrido :D

¡Gracias por leer!


Psdta: Este capítulo, llega gracias a William, un amigo que se integro en nuestro Scan y como tiene conocimiento con el Idioma Coreano nos ayudo a poder publicar este capítulo :D


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